El concepto de adicción ya no se relaciona sólo con las sustancias. Desde hace años la ludopatía, la adicción a las compras o más recientemente al móvil (nomofobia) o a los videojuegos están a la orden del día. También a las redes sociales y a Internet, estas últimas más frecuentes entre los adolescentes y jóvenes de la Generación Z. En concreto, desde 2013, con la publicación del DSM-V, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, ya se puede encontrar un nuevo apartado en el que aparecen las adicciones no relacionadas a sustancias. Son las conocidas como adicciones conductuales o comportamentales.
Con los nuevos avances, surgen nuevas adicciones. Entre las últimas en aparecer: la adicción de los más jóvenes a las donaciones y suscripciones de plataformas de streaming tales como Twitch.
Esta plataforma, en la que los streamers retransmiten en directo sus partidas a videojuegos, sobre todo, permiten que los usuarios -espectadores- donen dinero para mostrar su apoyo a estos influencers y creadores de contenido. Otra de las opciones es la suscripción, mediante la cual, la persona suscrita puede ver contenido adicional de su streamer favorito por una aportación económica.
Sobre el perfil de sus usuarios, la mayoría son jóvenes y adolescentes de entre 15 y 25 años. Además, dos tercios son hombres y uno mujeres que pasan una media diaria de 95 minutos visualizando contenido. La plataforma requiere para poder registrarse una edad de al menos 13 años y se recomienda la supervisión de un adulto hasta los 18, sin embargo, es bastante fácil crear una cuenta con una fecha de nacimiento falsa. Esto supone un riesgo para los menores, que pueden crear contenido, visualizarlo e interactuar con otras personas adultas.
¿Cómo funciona Twitch?
En esta plataforma, quienes suben contenido perciben ingresos fundamentalmente a través de dos vías: por suscripciones (los usuarios se suscriben al contenido que sube determinado influencer o streamer e incluso pueden regalar suscripciones a sus amigos. Con estas suscripciones mensuales pueden acceder a contenido adicional y a ciertas ventajas) y por donaciones. Estas donaciones se hacen a través de “bits”, que es la moneda virtual de Twitch. Algunos usuarios han reconocido que son adictos a donar o a regalar suscripciones. Pero. ¿dónde está la recompensa en estas donaciones o suscripciones? ¿por qué las personas se vuelven adictas?
En palabras de Antonio Molina, fundador y director del proyecto Fromm Bienestar, «El motivo que radica en el acto de donar a través de plataformas tiene que ver con la necesidad de significación y relevancia ante de los ojos de un streamer o influencer que ejerce cierto tipo de autoridad, a veces propiciada por la falta de referentes en el ámbito cotidiano o la lejanía emocional de los mismos. Cuando el streamer reconoce publicamente al donante o le prioriza por delante de otros miles de seguidores se dispara el sistema de recompensa que engancha al usuario a seguir donando. El mecanismo es muy parecido al de otras conductas adictivas como la ludopatía, aunque en este caso la recompensa no es económica».
Recientemente, algunos de estos creadores de contenido han alertado de que están recibiendo donaciones recurrentes del mismo usuario, o que algún usuario ha comprado y regalado, por ejemplo, cien suscripciones entre personas desconocidas. De hecho algunos de ellos han limitado la cantidad de dinero que pueden recibir de estas donaciones e incluso han pedido prudencia y responsabilidad a sus seguidores a la hora de donar. Es el caso del conocido Ibai Llanos, que hizo un vídeo hablando sobre el tema en cuestión y reflexionando abiertamente para su ejército de suscriptores que ya suma más de 10 millones en la plataforma.
Por otro lado, existe también la adicción a Twitch, sin más. Esto último no implica gastar dinero pero sí dedicar ingentes cantidades de tiempo a la plataforma en sí. Algunos creadores de contenido hacen directos de dos o más horas y son muchos los padres que se quejan de que sus hijos no se despegan de la pantalla hasta que estos eventos terminan. «De este modo dejan sus responsabilidades sin hacer e incluso a veces se olvidan de comer» afirma Antonio Molina, que ejerce como educador social y ayuda a cientos de familias con esta problemática.
Estas son algunas señalas de alarma para saber si una persona es adicta o tiene algún problema con las nuevas tecnologías:
Cada vez dedica más tiempo a las redes sociales y plataformas de Internet, restándoselo a cosas importantes o a sus obligaciones, su vida social se está viendo afectada y se pone nerviosa, violenta o irritable cuando no está online o se le dice que hay que desconectar. Además, cuando está haciendo otras cosas está pensando en estar online, es capaz de mentir a sus seres queridos para ocultar su adicción y tiene problemas económicos derivados de la misma -incluso pudiendo llegar a sustraer dinero-. Otros síntomas pueden ser el insomnio o la alteración de los ritmos de vida, o la bajada del rendimiento académico.
El primer paso para solucionar una adicción de este tipo es reconocerlo. A continuación, proponer a la persona ir a un centro especializado en adicciones para tratar su adicción. Una vez allí lo primero que tendrá que hacer será cortar toda relación con este tipo de plataformas y dispositivos, o bien seguir las recomendaciones que un equipo profesional cualificado y con experiencia dicte al respecto. Pero si no lo reconoce también es posible ayudar a reconducir la situación confiando en profesionales expertos como los que ejercen en Fromm Bienestar. Psicólogos, educadores sociales, médicos y psiquiatras que trabajan interdisciplinarmente y de manera individualizada plantearán un escenario de intervención que ayudará a la toma de conciencia de la persona afectada por este tipo de conductas adictivas.
En estos casos, la red de apoyo es fundamental y las terapias suelen tener buen resultado. En palabras de Lorena Ruiz, directora terapéutica de Fromm Bienestar «para abordar una adicción conductual es necesaria también la implicación del entorno afectivo y de convivencia, de modo que exista una coordinación y comprensión sobre la enfermedad». Así, asegura, la culpa será sustituida por la responsabilidad y el desorden de padres y madres en la educación por un afecto más ordenado que ayude en la recuperación.
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